
Lic. en Fonoaudiología
MP: 8573
Argentina
Directora de Alas de Punilla
Que sepa abrir la puerta para ir a jugar…
“Quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor, me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador”.
Marcha de Osías. María Elena Walsh
La mamá de Juani me dijo un día divertida, “no entiendo cómo a mi hijo le encanta tanto venir a verte, es como si fuera a un parque de diversiones” y en verdad, me sucede a menudo recibir comentarios similares de padres de niños que recibo en mi consultorio. ¿Divertirse con la fonoaudióloga? ¿Reírse? ¿Jugar y aún así lograr objetivos terapéuticos? ¿Es esto posible? ¿Cuál es el secreto? ¿Acaso hay una fórmula mágica?
En el transcurso de los años que llevo de práctica con niños y niñas con desafíos en la comunicación, que presentan diferentes tipos de discapacidad o con perturbaciones graves del lenguaje, frecuentemente me pregunto si hay otra clínica posible.
El trabajo en interdisciplina con profesionales de otras áreas y compartir experiencias clínicas con colegas fonoaudiólogos me invita a pensar, pensarme y repensar mi práctica profesional. La mirada y el hacer de algunos de ellos me inspiran, me nutren, me convocan a cuestionarme y otros me demuestran que definitivamente no es por allí por dónde quiero dirigir mi propio camino.
Entonces pienso, reflexiono, me lleno de dudas, de incertidumbres, me vuelvo a preguntar y un día, hace algunos años atrás, una amiga psicóloga me dona una palabra que aparece resignificándolo todo: Habilitar
Habilitar a ese niño o niña con dificultades a que sea considerado y posicionado como un sujeto del lenguaje, un interlocutor válido a pesar de no poder escuchar sus palabras, apostar a que este cambio de posicionamiento tendrá efectos sobre ese sujeto del que se espera, en el que se confía, al que se le adjudica un saber.
Correrse entonces, como terapeuta del lenguaje, del lugar del conocimiento, partiendo siempre de la premisa de no tener certezas sobre lo que le sucede a ese niño. Desandar el camino junto a él, generar herramientas terapéuticas singulares al pensarlo inmerso en un contexto, en una familia, atravesado por una historia particular y única. Dirigiendo la mirada siempre a las posibilidades y potencialidades y nunca pensarlo desde sus dificultades.
No poner techos a su crecimiento sino propiciar alas.
Es a partir de cambiar el significante rehabilitar por habilitar que decidió no convocar a los niños que llegan a mi consultorio a “trabajar” como suelen decir muchos colegas, sino que la invitación sea siempre a JUGAR.
El juego entendido como actividad fundante de la infancia, que permite al niño conocer, habitar y comprender el mundo que lo rodea. El juego como actividad propia de la infancia, como ingreso al mundo simbólico en tanto capacidad de representación y preludio necesario para la aparición del lenguaje.
Entonces, desde nuestro lugar de terapeutas del lenguaje, la propuesta será jugar con los sonidos, con las letras, con las palabras, con el lenguaje todo. Jugar a aparecer y a desaparecer buscando que se encuentren las miradas, jugar a hacer burbujas para que el deseo se transforme en pedido lingüístico, jugar con imágenes que evoquen y representen significantes, jugar a hacer muecas con la cara para facilitar praxias, jugar a hacer onomatopeyas de animales estimulando la aparición de los primeros sonidos del lenguaje, jugar a rimar palabras y animarnos a pensar e hipotetizar cómo se escriben, desplegar nuestra imaginación a través de la narración de un cuento y disfrazarnos para representarlo y mil posibilidades más…
Entonces así, en el transcurrir de los encuentros y utilizando el juego como recurso terapéutico primario, podamos habilitar a ese niño a lograr los objetivos comunicacionales y lingüísticos que nos hemos propuesto alcanzar.
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